Por Jason JiménezColaborador de opinión
La vida presenta numerosas pruebas y desafíos, muchos de los cuales no son el resultado de nuestras propias acciones sino del comportamiento y las transgresiones de los demás. La traición, la injusticia o el rechazo pueden causar un profundo dolor y angustia emocional. La naturaleza abrumadora del sufrimiento, particularmente cuando es causado por otro individuo, suscita un cuestionamiento natural de cómo un Dios omnibenevolente podría permitir tal aflicción durante los momentos más oscuros.
Puedo decirles por mi propio dolor personal que es difícil estar en paz en la vida después de haber sido herido y traicionado por alguien en quien confiaba. El dolor emocional puede hacerte sentir como si no pudieras confiar en Dios y perdonar a los demás. Sin embargo, es fundamental reconocer que este dolor no refleja la ausencia del amor o la presencia de Dios en nuestras vidas. Más bien, ofrece una profunda oportunidad para el crecimiento espiritual y la profundización de nuestra fe.
Las Escrituras recuerdan a los creyentes que Dios comprende íntimamente el dolor humano. El escritor de Hebreos nos recuerda que «no tenemos un Sumo Sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestras debilidades» (Hebreos 4:15). La descripción que hace el profeta Isaías de Jesús como «varón de dolores, experimentado en quebrantos» (Isaías 53:3) sirve como un poderoso testimonio de la compasión del Señor, quien voluntariamente soportó las profundidades del dolor humano. Esta comprensión del sufrimiento humano subraya la invitación de Jesús a que las personas busquen consuelo en Él.
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“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).
Cuando se enfrenta dolor emocional, es comprensible lidiar con la ira y los pensamientos de represalia. Sin embargo, es importante abordar nuestras circunstancias con una perspectiva espiritual. Como nos recuerda Efesios 6:12, nuestros desafíos abarcan no sólo lo físico y emocional sino también lo espiritual.
Además, puede parecer más fácil reprimir nuestro dolor y decirnos a nosotros mismos que «seguimos adelante», pero este enfoque a menudo conduce a problemas emocionales y espirituales más profundos. Es crucial reconocer y afrontar el dolor infligido por otros. Una forma eficaz de hacerlo es buscar consuelo en la presencia de Dios. Como expresó David en una canción conmovedora, estar en la presencia de Dios trae una sensación de plenitud y alegría, ofreciendo un camino hacia la sanación y la restauración (ver Salmo 16).
Por eso te digo, querido amigo, comparte tu dolor con Dios. No lo ignores ni te sientas avergonzado. Debes aceptar que sentirte enojado por haber sido herido y traicionado es perfectamente normal.
El siguiente paso puede parecer aún más imposible y desafiante: la necesidad de perdonar. Una gran parte de encontrar sanación y paz es confiar en el perdón de Dios. Así como Dios nos perdonó mediante el sacrificio de Jesús, nosotros estamos llamados a perdonar a los demás (Efesios 4:32, Mateo 6:14-15). El perdón requiere la elección consciente de entregar al ofensor a Dios y liberarnos nosotros mismos de la ira y el resentimiento en lugar de tolerar el mal hecho o pasar por alto el dolor.
Confiar en el perdón de Dios puede ser un desafío cuando sufrimos y luchamos por comprender, pero es vital para nuestro proceso de curación. Tenga fe en que Él puede convertir nuestro dolor en propósito, sacar belleza de las cenizas y usar nuestro sufrimiento para moldearnos a la semejanza del mismo Jesucristo.
En su libro, Puedes confiar en Dios cuando la vida duele, Amber Albee Swenson comparte esta prometedora verdad: “Dios no es ajeno a nuestras situaciones y no es indiferente. A veces, Él nos da la oportunidad de remediar la situación, como los discípulos en la tormenta. A veces Él está observando nuestra reacción, como lo hizo con Job en el Antiguo Testamento. Y a veces, como el apóstol Pablo en ese barco, Él nos sostiene hasta el momento exacto que decide poner fin a nuestra tormenta”.
Reconocer nuestro dolor, confiar en la fuerza de Dios y elegir el perdón son cosas necesarias para encontrar sanación en medio del dolor y, en muchos casos, pueden ayudar a reparar una relación rota. Aquellos que no aprenden a lidiar con el dolor tienen más probabilidades de ser consumidos por él, lo que les hace a cambio herir a otros. Sin embargo, cuanto más aprenda a confiar en Dios para su curación, mayor fortaleza y consuelo obtendrá la próxima vez que sufra dolor. Es importante recordar que la curación lleva tiempo; No es sólo un proceso, es un viaje. No importa cuánto tiempo lleve lidiar con el dolor, Jesús siempre está a tu lado, listo para sostenerte y llevarte a través de la oscuridad del dolor.
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