Por Andres Koomancolaborador de artículo de opinión
La crimen a manos de médicos, el procedimiento cada vez más accesible en Canadá, podría representar el 10% de todas las muertes en 2034.
La intranquilizante proyección revela cómo el esfuerzo concertado del gobierno generoso para encasillar la eutanasia como “cuidado de la vitalidad” ha remodelado con tanto éxito la atención al final de la vida. Desde que se modificó el código penal para desclasificar el suicidio asistido como homicidio y convertirlo en medicamento, se han reportado 44.598 muertes.
En las noticiero canadienses siguen apareciendo historias inquietantes sobre la protección médica para sucumbir (MAiD). Las historias revelan cuán global se está volviendo el procedimiento en el país y, a pesar de su prominencia, cuán moralmente conflictivo el suicidio asistido sigue siendo para quienes se encuentran en crisis de vitalidad y para las familias que quedan a espaldas.
Una de esas historias tuvo circunscripción en Quebec, donde un hombre desarrolló dolorosas y terribles úlceras porque el hospital no tenía el colchón médico adecuado. Luego de cuatro días de sufrimiento, pidió al personal médico que pusiera fin a su vida. En circunscripción de conseguir un colchón, cumplieron.
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Esta historia de terror de MAiD tuvo circunscripción en la misma provincia y bajo el mismo gobierno federal, que ofreció a Christine Gauthier, la veterana marcial canadiense y campeona mundial paralímpica, el suicidio asistido en circunscripción de la rampa para arnés de ruedas que necesita para el día a día.
La eutanasia está más habitable que algunos de los cuidados más básicos, señalan los expertos de la comunidad médica que continúan haciendo sonar la temor.
El estudio de investigación proyecta que MAiD en Canadá representará 1 de cada 10 muertes en el interior de una decenio, mucho más que en California. Los dos territorios tienen poblaciones de tamaño similar, y tanto Canadá como California legalizaron el suicidio asistido por un médico en 2016.
Sin requisa, 15 veces más canadienses mueren a causa de MAiD que californianos. Una razón esencia por la que las cifras son tan diferentes entre territorios es que las instituciones en Canadá promueven y educan al divulgado sobre la opción, lo que a su vez amplifica la visión del divulgado sobre su aceptabilidad recatado.
Lo más sorprendente es que la forma en que se administra el procedimiento es diferente. En California los pacientes deben autoadministrarse, ingiriendo por sí solos el medicamento que los mata. Los canadienses pueden optar por autoingerirse o que un médico les inyecte el medicamento que acaba con sus vidas.
Cuando se les da la opción de que un médico ponga fin a su vida o de terminarla ellos mismos, los pacientes eligen al médico casi siempre.
Solo en 2021, de las 10.057 personas que murieron por MAiD en Canadá, solo siete personas ingirieron por sí mismas la droga que acabó con sus vidas, reveló un estudio en The American Journal of Bioethics. A la abrumadora mayoría de los pacientes (10.050 de los que murieron) un médico les inyectó el suero que acaba con la vida. En el mismo año, 486 californianos autoingerieron la droga para finalizar con sus vidas.
En última instancia, la muchedumbre no quiere finalizar con sus vidas. Pero cuando un médico de confianza aprueba el procedimiento que pone fin a la vida y luego lo lleva a extremo, las muertes se multiplican exponencialmente.
Si el sistema de vitalidad canadiense quisiera frenar las muertes por MAiD, podría hacerlo de inmediato exigiendo a los canadienses que se autoingieran. No lo hará. Es más económico finalizar con vidas que sostenerlas; Es más casquivana inyectar una droga que conseguir un colchón.
Cada vez más canadienses morirán por suicidio asistido, y será el sistema de vitalidad sobrecargado y mal administrado el que los sacará del quebrada.
Andrew Kooman es un escritor canadiense de la columna semanal Things I Wrote Down. Coprodujo la serie documental MAiD en Canadá, que explora el régimen de eutanasia en expansión. Puedes ver la serie gratuito en UnveilTV.
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