No soy bueno esperando. En lugar de estar en silencio y escuchar pacientemente a que Dios me muestre el siguiente paso, a menudo lleno mis días con la prisa constante de una actividad a otra. ¿Suena familiar?
Un día, Dios me detuvo en seco. Dejé una cita y estaba corriendo hacia la siguiente cuando algo me llamó la atención: una mujer sentada en un banco del parque. Mientras gente como yo pasaba corriendo a su lado, ella se quedó allí sentada, llorando en silencio.
Ojalá pudiera decir que fui inmediatamente a ver qué pasaba, pero no lo hice. Luché con Dios. Necesitaba estar en otro lugar. Otras personas contaban conmigo. Pero Dios me había detenido y no podía dejarlo pasar. Después de unos minutos, liberé el control de mi agenda y caminé hacia la mujer en apuros.
Juan 4 registra la conocida historia de Jesús hablando con la mujer samaritana junto al pozo. En medio de la larga caminata de Judea a Galilea, Jesús y sus discípulos se detuvieron en Samaria. Todos debían estar cansados, pero mientras sus discípulos iban al pueblo a buscar algo de comer, Jesús se sentó junto al pozo y esperó. (v.6).
Cuando la mujer samaritana se acercó al pozo, Jesús simplemente le pidió de beber. Esa pregunta abrió la puerta a una conversación espiritual que fue mucho más allá de un simple vaso de agua.
“Si supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás hablando, me lo pedirías y yo te daría agua viva”. (Juan 4:10 NTV)
Jesús sabía que su encuentro con la mujer no fue casualidad: fue un encuentro divino. No se apresuró a realizar otras cosas hasta que llegó el momento. Simplemente esperó la oportunidad. Y al final de la conversación, la mujer dejó su cántaro junto al pozo y corrió por el pueblo, contando a todos los que veía que había encontrado a Jesús. “¡Ven a ver a un hombre que me contó todo lo que hice! ¿Podría ser él el Mesías?” (v.29)
Cuando me detuve a charlar con la mujer en el banco y escuché su historia, me di cuenta de que la reunión que tenía prisa por mantener no era tan importante. La conversación que tuve con ella ese día fue. Casi me lo pierdo.
Dios quiere usarnos de la misma manera: compartir su amor con los demás, pero a menudo estamos demasiado ocupados para notar las oportunidades que existen a nuestro alrededor. Tómate un momento hoy para pedirle a Dios que te revele estas citas divinas mientras caminas a lo largo del día. Entonces presta atención. Reduzca la velocidad y esté atento a ellos.
Es posible que Dios tenga una cita divina esperándote.
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