Por Jason JiménezColaborador de opinión
La salud mental es un tema que afecta a personas de todos los ámbitos de la vida, incluidos los cristianos.
No es ningún secreto que muchos cristianos enfrentan desafíos de salud mental como depresión y ansiedad. Estos problemas pueden aislarlos y hacerlos sentir desconectados de su fe y de su sistema de apoyo.
Para muchos cristianos, la presión de parecer siempre alegres y firmes en su fe puede exacerbar los sentimientos de ansiedad y depresión. La expectativa de ser firme en sus creencias mientras se lucha con la salud mental puede crear un conflicto interno importante.
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Las Escrituras están llenas de pasajes que hablan de la experiencia humana del miedo, la preocupación y la desesperación y nos brindan una hoja de ruta para regresar a un lugar de confianza, resiliencia y paz en Dios y en nuestras circunstancias y emociones.
Considere la promesa sincera del Salmo 34:17-19: “El Señor escucha a su pueblo cuando le piden ayuda. Él los rescata de todos sus problemas. El Señor está cerca de los quebrantados de corazón; él rescata a aquellos cuyo espíritu está abatido. La persona justa enfrenta muchos problemas, pero el Señor viene al rescate cada vez” (NTV). Estas poderosas palabras nos recuerdan que nunca estamos solos, ni siquiera en nuestros momentos más oscuros. Dios siempre está ahí, escuchando y listo para brindar consuelo y apoyo cuando nos sentimos abrumados por la desesperación.
Servimos a un Dios que promete ser nuestra fortaleza y refugio en tiempos de problemas. Aunque el viaje pueda ser difícil, la sabiduría eterna de las Escrituras ofrece esperanza.
Es fundamental tener en cuenta que es normal experimentar sentimientos de ansiedad o depresión. No tenga miedo de estos sentimientos, en lugar de eso, ábrase y comparta sus luchas con amigos o familiares de confianza que lo escuchen sin juzgarlo ni condenarlo. Las relaciones suelen ser uno de los remedios más eficaces para abordar los problemas de salud mental.
Recuerda, no estás definido por tu ansiedad o depresión sino por Jesucristo, quien ya obtuvo la victoria. Pedro escribe: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido en posesión propia, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2: 9).
Además, es importante reconocer que buscar ayuda y terapia profesional no es una señal de fe débil, sino un paso proactivo hacia la curación. Proverbios 12:18 dice: «Las palabras de los sabios traen curación», lo que muy bien puede extenderse a la sabiduría de los profesionales de la salud mental. Pueden brindarle herramientas y estrategias adaptadas a sus necesidades mientras lo ayudan a apoyarse en su fe cristiana.
Si conoce a alguien que está luchando contra la depresión, es fundamental que lo apoye y no lo abandone durante su momento difícil. Al promover conversaciones abiertas y sin prejuicios dentro de la comunidad eclesial y enfatizar la importancia de educar a las personas sobre la salud mental, los cristianos pueden ayudar a romper el estigma que rodea a la depresión y la ansiedad.
En 2 Corintios 1:3-4, el apóstol Pablo comparte sus experiencias con la aflicción, revelando una verdad profunda sobre el consuelo divino de Dios. «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras aflicciones, para que podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.»
Cuando abrimos nuestro corazón al consuelo de Dios, experimentamos una sensación de tranquilidad y confianza que podemos compartir con quienes nos rodean. Este ciclo de consuelo es una forma poderosa de llevar esperanza y consuelo a quienes lo necesitan. Al abrazar este ciclo de consuelo, podemos, a su vez, extender el consuelo de Dios y elevar e inspirar a otros con el poder transformador de Su amor divino.
Cuando cambiamos nuestro enfoque hacia el amor y la compasión inquebrantables de nuestro Padre Celestial, podemos reunir el coraje y la resiliencia necesarios para enfrentar incluso los días más oscuros. Al practicar la oración, meditar en Su Palabra y rodearnos de una comunidad de creyentes, podemos aprender a confiar nuestras preocupaciones al Señor, teniendo fe en que Él nos dará la fuerza para seguir adelante.
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