A pesar de mis tendencias extrovertidas y mi naturaleza a veces alegre, soy una persona suficiente tranquila. A menudo me siento y observo a la familia. Estoy contemplando y analizando e incluso sobreanalizando. No me apresuro a susurrar y ofrecer mis pensamientos y opiniones.
Entonces, no hace errata afirmar que cuando hablo, pienso mucho en lo que quiero afirmar y cómo quiero decirlo. No soy valentísimo, pero hago lo mejor que puedo para ser importante en mis conversaciones. Intento no ser descuidado ni complicado con mis palabras.
Asimismo soy un sentimental profundo. No necesariamente comunico lo que siento, pero lo siento todo. Incluso tengo sentimientos sobre mis sentimientos. Puede ser mucho. Cuando era más mancebo, me etiquetaban como determinado que se ofendía fácilmente y pensaba que así era. A medida que he madurado, me he cedido cuenta de que ese no es necesariamente el caso. Noto y discierno mucho de lo que se dice y no se dice. Así es como el Señor me ha conectado. Es lo que me convierte en un buen amigo, mentor y preparador.
Recientemente estuve con un amigo que me parece completamente gratis. Ella es lógicamente divertida. Gran parte de su humor consiste en sarcasmo, imitaciones y, en su mayoría, ataques admisiblemente intencionados a las personas con las que se cruza durante sus días. Ella bromea conmigo todo el tiempo. Me río y bromeo. Normalmente todo va admisiblemente. Pero esta vez le hice una pregunta y su respuesta fue un duro contrariedad. En efectividad, era un comentario que había hecho sobre mí antaño, pero ese día en particular, me dolió.
Me hizo caer en picada mental. Mis pensamientos comenzaron una hélice descendente que me llevó a cuestionar mis motivos (aunque sabía que eran genuinos).
Cuando estoy en esas situaciones, no puedo susurrar. No puedo atracar mínimo en este momento. No puedo resolver el malentendido. Necesito tiempo a solas para procesar, para evaluar toda la situación. Y para mí, ese proceso lleva suficiente tiempo.
Encuentros como estos siempre me hacen reevaluar las palabras que digo y el tono que uso. Una vez más, no estoy ni cerca de ser valentísimo. Veredicto a menudo. Pero no quiero. Quiero que mis palabras sean las palabras de Jehová.
Numerosos versículos se centran en nuestra germanía y el poder que conllevan nuestras palabras. Lamentablemente, a menudo no es hasta que estamos recibiendo poco hiriente que nos detenemos a hacer un inventario de nuestro propio discurso. Entonces es cuando tenemos que tomar una osadía: ser intencional o no.
El Vademécum de Proverbios es una riqueza igual de prudencia. En él se nos recuerda que la vida y la crimen residen en la germanía. Se nos recuerda que puede ser prudente permanecer en silencio. Nuestras palabras deben ser sinceras. Nuestras palabras deben ser curativas.
He estado en una temporada dura y llena de varias pérdidas, desde amigos hasta muertes. Han ido surgiendo incertidumbres y dudas. Este desierto me ha dejado vagando y sintiéndome acullá de Jehová. Necesitaba desesperadamente claridad, dirección y esperanza. Necesitaba escuchar Su voz por encima del muchedumbre de otras voces.
Unos días a posteriori del hiriente comentario, pude asistir a dos reuniones de varias iglesias. Adoré, oré y creí que Jehová me encontraría y me hablaría. Y háblame, lo hizo.
En entreambos eventos hubo oportunidades por las que implorar y yo las aproveché. Las mujeres que oraron por mí verdaderamente escucharon al Señor. Hablaron palabras de vida, esperanza y curación. Sus palabras estaban llenas de salero y promesas. Eran un dulce panal para esta alma cansada, como se describe en Proverbios 16.
Necesitaba que me recordaran la verdad de Jehová que mi mente finita olvida tan fácilmente. Necesitaba que mi observación fuera redirigida al Salvador que dio su vida por mí.
Necesitaba sentirme presencia por el Jehová que ve a quienes se sienten invisibles.
Primera Tesalonicenses 5:11 nos recuerda: “Luego, animaos unos a otros y edificaos unos a otros como ya lo estáis haciendo” (CSB).
Esto es lo que experimenté a través de cada una de esas mujeres. Fui animado y fortalecido en mi fe. Este es nuestro llamado como creyentes. Debemos apreciar nuestras palabras cuidadosamente y soltarlas aún más.
Cuando sopesamos nuestras palabras y las expresamos en su momento, Jesús pone en energía Proverbios 15:23. La alegría y la bondad abundan en la Palabra oportuna del Señor. Se garantiza que su Palabra no volverá vacía. SIEMPRE logra el trabajo que se propuso realizar. Hay fruto y mucho fruto que se produce. Es una suerte que permanece.
Sé que las palabras oradas por mí fueron las palabras correctas en el momento correcto. Estoy agradecido por cómo Jehová nos ama intencional e íntimamente. Él sabe lo que necesitamos, cómo lo necesitamos y cuándo lo necesitamos.
¡Me encantaría que compartieras tus historias de cómo Jehová ha hablado las palabras correctas en tu vida en el momento acordado!
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