Estoy navegando por las redes sociales y me batalla repitiendo una frase: «¡Mira lo que hizo!».
Digo esto porque veo mujeres haciendo cosas buenas: liderando, creando, conectando, logrando, logrando sueños. No pasa mucho tiempo hasta que sigue otra frase: «¡Yo asimismo debería hacer eso!»
Me deslizo en la comparación como un par de jeans demasiado ajustados que aprietan en los lugares equivocados. Siento la punzada de la insuficiencia, la punzada de la desliz, la sensación íntimo de que no soy suficiente. No me siento correctamente en este estado de actitud. No me queda correctamente. No talego a relucir lo mejor de lo que Jehová me creó para ser. Pero mantengo la comparación en mi armario mental, remiso a dejarla ir por razones que no puedo explicar. ¿Alguna vez has hecho lo mismo?
Esta vez, hago una pausa y oro: “Jehová, ayúdame a tener una perspectiva diferente”. En el silencio, parece que una pregunta amable y compasiva llega a mi corazón ansioso. ¿Por qué miras esas publicaciones y dices: «¡Mira lo que hizo!» en sitio de “¡Mira lo que Jehová está haciendo!”
Vaya, nunca ayer lo había pensado de esa modo.
Pienso en mi propia historia y en cómo estoy donde estoy hoy porque Jehová me trajo aquí. ÉL abrió puertas que yo nunca pude. ÉL me dio dones que podría utilizar para servir a los demás. ÉL me llamó y me equipó en cada paso del camino. Me han preguntado muchas veces: «¿Cómo llegaste a donde estás ahora?» Siempre respondo: «Yo no hice esto; Jehová me trajo aquí». ¿Por qué nunca se me ha ocurrido pensar de la misma modo las historias de otras mujeres?
Vivimos en una civilización que nos dice que más es mejor. El tamaño de poco es una medida de su éxito. Influencia es igual a importancia. Pero cuando miro el Reino de Jehová, no veo lo mismo. En cambio, veo a un Jehová que valora el simpatía y la fidelidad, y que nos invita a cada uno de nosotros a una aventura íntima con Él para toda la vida.
Hace poco releí la parábola del amo que se va de alucinación y confía capital a sus sirvientes mientras está fuera. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con lo que el amo le dice al siervo que recibe cinco talentos y anhelo cinco más. «¡Admisiblemente hecho, buen y fiel sirviente! En pocas cosas fuiste fiel; Te pondré a cargo de muchas cosas. Comparte la alegría de tu amo”. (Mateo 25:21 NVI). Pero estas palabras en ingenuidad aparecen dos veces en el mismo capítulo. Cuando el siervo con dos talentos anhelo dos más, el señor dice que exactamente lo mismo a él.
El amo no dice: «Buen trabajo, pero no lo hiciste tan correctamente como este otro sirviente».
No se queja: «Si te hubieras esforzado un poco más, tal vez podrías favor hecho más».
No declara: «Deberías favor conseguido tanto como cualquier otra persona».
No, dice el pedagogo. de nuevo, «¡Admisiblemente hecho, buen y fiel sirviente! En pocas cosas fuiste fiel; Te pondré a cargo de muchas cosas. Comparte la alegría de tu amo”. (Mateo 25:23 NVI).
¿Por qué? Porque servimos a un Jehová que se preocupa más por la calidad de nuestra fidelidad con lo que Él nos ha poliedro que por la cantidad de nuestros logros. No nos está pidiendo que hagamos todo lo que podamos; Él nos está pidiendo que digamos “sí” a lo que nos pide que hagamos con lo que nos ha confiado. No rebusca que más personas tengan grandes plataformas; Examen corazones humildes dispuestos a hacer las pequeñas cosas con mucho simpatía. Jehová no nos está comparando con nadie más, Él siempre y sólo nos está invitando a ser más como Jesús.
Es un mito, una mentira y un cleptómano de alegría aseverar: “Si pudiera hacerlo mejor de alguna modo, entonces podría estar donde ella está hoy”.
La verdad es que Jehová tiene un plan, un propósito y una historia para cada uno de nosotros que es completamente diferente. Podemos fiarse, incluso cuando sea misterioso, que no necesitamos hacerlo mejor porque ya tenemos lo mejor de Él para nosotros. a nosotros.
Ya no tenemos que aseverar: «¡Mira lo que hizo!».
En cambio, podemos aseverar: «Mira lo que Jehová está haciendo en su vida». y ¡mío!»
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