Por Raheem Williamscolaborador de artículo de opinión
En los últimos años, el término «nacionalismo cristiano» ha saltado a la palestra mediática, pasando de ser una referencia oscura a un tema muy debatido. Esta tendencia se ha vuelto particularmente notable en los ciclos electorales recientes, con un torrente aparentemente ineludible de titulares y debates en paneles de noticias por cable. Escuchar los comentarios sobre este tema podría llevar a un observador causal a creer que estamos a punto de comenzar una cruzada religiosa violenta. Sin embargo, un mayor escrutinio pone en duda el revuelo en torno al llamado nacionalismo cristiano.
Indignación fabricada
Primero, tenemos que entender que el fantasma de los medios dentro de la narrativa nacionalista cristiana no es nuevo. Los conservadores cristianos siempre se han resistido a los cambios sociales radicales y han participado durante mucho tiempo en la política electoral. En la medida en que alguien crea que esto es un problema (y yo no lo creo), la honestidad intelectual requiere que todos admitan que no es un fenómeno nuevo ni es inherentemente extremista.
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Según Google Trends, hubo pocas menciones al nacionalismo cristiano antes y durante la presidencia de Trump. Aún así, el uso del término se disparó durante las elecciones intermedias de 2022 y se ha convertido nuevamente en un tema de discusión creciente durante el ciclo electoral en curso de 2024. La nueva obsesión de los medios con el nacionalismo cristiano generalmente va acompañada de gritos de una amenaza inminente a la democracia estadounidense. Los insistentes aullidos de los líderes de opinión progresistas parecen proliferar notoriamente en los años electorales.
Reclamaciones infundadas y tergiversación de la fe
Para ser claros, hay personas que proclaman que la motivación religiosa es la base de actos extremistas, pero esto siempre ha sido cierto. Aunque no es imposible encontrar evidencia anecdótica de personas que hacen locuras en nombre de una tradición religiosa, esto no valida automáticamente la narrativa progresista de los medios sobre la creciente amenaza del llamado nacionalismo cristiano. Del mismo modo, no hay evidencia de un aumento en el número de cristianos que perpetran crímenes de odio o un complot siniestro y generalizado para sabotear la democracia.
A pesar de la ferviente alarma, los hechos apuntan a una realidad diferente
La creencia de que el nacionalismo cristiano representa una amenaza significativa para la democracia ignora la realidad. Estados Unidos se ha secularizado rápidamente y la identidad cristiana ha estado en declive durante décadas. Asimismo, la práctica cristiana en Estados Unidos está muy fragmentada, con cientos de denominaciones, cada una con sus propias doctrinas y preferencias políticas. Esta gran variación en la interpretación religiosa socava todo el concepto de nacionalismo cristiano. No hay consenso sobre la identidad cristiana como para formar un movimiento nacionalista en torno a ella.
La estigmatización secular y sus consecuencias
Rebautizar la participación política cristiana tradicional como un complot antidemocrático radical es deshonesto e injusto. Uno estaría justificado preguntarse si el alarmismo en torno al nacionalismo cristiano sirve a un propósito más insidioso: la estigmatización de la fe cristiana. Hablar de la fe cristiana en un contexto casi exclusivamente negativo probablemente denigrará a las comunidades religiosas al presentarlas como extremistas. Esta tergiversación del cristianismo corre el riesgo de exacerbar el cambio cultural más amplio que se aleja de la tradición religiosa y sus beneficios.
De hecho, la verdadera amenaza que enfrenta Estados Unidos es la disminución de la religiosidad. Décadas de estudios han demostrado que quienes están comprometidos con su fe tienden a ser más felices y más caritativos que sus pares seculares. Los datos de las encuestas muestran que la Generación Z es la generación menos religiosa, menos conservadora y más deprimida jamás registrada. Este hecho resalta la ironía de la situación actual: en una sociedad que enfrenta problemas como la creciente depresión juvenil, nos encontramos en medio de lo que parece ser un esfuerzo concertado para alejar a las personas de los beneficios de la fe.
Es hora de rechazar los mitos y abrazar la verdad: ser cristiano no es radical.
La percepción, fabricada por los medios, de una creciente amenaza nacionalista cristiana se derrumba al examinar los hechos. La narrativa del nacionalismo cristiano como una amenaza inminente es, en el mejor de los casos, una exageración y, en el peor, un intento deliberado de polarizar y estigmatizar a los cristianos por los clics y los ratings.
Raheem Williams es un economista que ha trabajado para numerosos centros de investigación y grupos de expertos académicos basados en la libertad. Recibió su licenciatura en economía en la Universidad Internacional de Florida y su maestría en economía financiera de la Universidad de Detroit Mercy. Raheem Williams es candidato a MPA en el Instituto de Gobierno Fels de la Universidad de Pensilvania.
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