Por Jason JiménezColaborador de opinión
El reciente fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre la descalificación del expresidente Donald Trump en las boletas estatales sirve como un conmovedor recordatorio del delicado equilibrio entre la autoridad estatal y federal dentro del marco legal de nuestra nación.
La división de poderes entre los gobiernos federal y estatal es un elemento crucial de la estructura constitucional de los Estados Unidos. La Constitución asigna poderes específicos al gobierno federal y reserva otros a los estados. Esto garantiza un sistema de controles y equilibrios que salvaguarda los derechos de los ciudadanos estadounidenses.
En su decisión, el Tribunal Superior subrayó las limitaciones del poder estatal al afirmar que los estados no tienen competencia para impedir que un candidato se postule para un cargo federal. La Cláusula de Supremacía de la Constitución aclara que la ley federal es la “Ley suprema del país”, lo que significa que si alguna vez hay un conflicto entre la ley estatal y la ley federal, prevalece la ley federal.
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En un artículo de opinión en The Hill, David Ramadan expresó estos sentimientos: “Esta decisión es un recordatorio del cuidadoso equilibrio de poderes que define nuestro sistema federal. Refuerza la idea de que, si bien los estados desempeñan un papel crucial en la administración de las elecciones, no les corresponde a ellos redefinir las calificaciones de los funcionarios federales. Este límite es crucial para mantener un sistema electoral unificado en todo el país, asegurando que todos los estadounidenses, independientemente de dónde vivan, entiendan consistentemente quién puede y quién no puede ocupar un cargo público”.
El fallo de 9-0 de la Corte Suprema arroja luz sobre la preeminencia de la gobernanza federal sobre la autonomía estatal, particularmente en lo que respecta a la interpretación y aplicación de la Sección 3 de la 14ª Enmienda.
Si miramos hacia atrás en la historia y la ratificación de la 14ª Enmienda en 1868, Estados Unidos se caracterizó por el malestar social y las divisiones raciales después de la Guerra Civil. La 14ª Enmienda fue una adición necesaria a la Constitución porque fue redactada de tal manera que garantizara que todas las personas nacidas o naturalizadas en los EE. UU. recibieran derechos completos de ciudadanía y que ningún estado pudiera privar a ninguna persona de sus derechos. vida, libertad o propiedad sin seguir el debido proceso legal. Es por eso que la Corte Suprema dictaminó que Colorado no podía eliminar a ningún candidato de la boleta basándose en su interpretación de la Constitución, ya que «invertiría el reequilibrio del poder federal y estatal de la 14ª Enmienda».
Si el fiscal general o el secretario de estado de un estado tiene prejuicios contra un candidato en particular y cuenta con el apoyo de un juez federal para declarar que ese candidato no es elegible, puede representar una seria amenaza para nuestro sistema de gobierno. Tales acciones socavan el principio fundamental de que nuestro gobierno obtiene su poder del consentimiento de los gobernados y podrían conducir potencialmente a la toma de control de nuestro proceso democrático.
Si bien comúnmente se asocia con la abolición de la esclavitud y la concesión de igualdad de derechos civiles, la influencia de la 14ª Enmienda se extiende a muchos otros ámbitos, incluida la protección de las libertades religiosas. La enmienda garantizó los derechos civiles de todas las personas, independientemente de sus antecedentes, religión o circunstancias.
Como ciudadanos de los Estados Unidos, debemos expresar gratitud a la Corte Suprema por defender los valores esenciales de nuestra república democrática. El fallo ha ayudado a preservar la autenticidad de nuestros procedimientos electorales, impidiendo cualquier socavamiento intencional de la voz del pueblo y también garantizando la protección de las perspectivas personales y creencias religiosas de un candidato.
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